LORENZO SELAS: “Los alcaldes de 1979 tuvimos que hacer la gran gesta de transformar nuestros pueblos y ciudades”
Atrevido pero prudente; listo, pertinaz, sagaz, honesto, comprometido, buen gestor, luchador incansable, visionario, valiente, dialogante…, DEMÓCRATA. Todo eso define principalmente a Lorenzo Selas Céspedes (Ciudad Real, 12 de enero de 1938), niño de la posguerra, de familia humilde, que forjó su propia vida y su destino de la nada, con la ambición de un futuro mejor, no solo para su familia y para su empresa, también para la ciudad que dirigió, perdón gestionó, durante cuatro legislaturas de forma ininterrumpida, una de ellas como alcalde independiente y totalmente “huérfano” políticamente hablando. El abastecimiento de agua, el AVE, la Universidad de Castilla-La Mancha, el auditorio de La Granja, el pabellón ferial, la ordenación urbanística que hoy conocemos… se consiguieron cuando él era alcalde, con su empeño particularmente pero también el de muchos otros que contribuyeron a empujar para no perder algunos de los trenes del desarrollo y el progreso para nuestra ciudad. Su periplo político continuó en el Senado, de 19891 a 1993 y de 1996 a 2000, año en el que ocupó la cartera de Obras Públicas en la Delegación de la Junta en Ciudad Real, hasta 2007, en que dejó oficialmente su carrera política para dedicarse por entero a su familia, a su esposa Adela, sus cuatro hijos y diez nietos.
P.- ¿Qué le dice a sus nietos sobre sus inicios en la vida, trabajando con apenas 11 años en un taller de relojería y después como frigorista a partir de los 14 o 15 años?
R.- Si te parece, empiezo con mis cuatro hijos. La conversación con ellos, tanto mi mujer como yo, ha sido la de tratar de recordarles de dónde veníamos y el sacrificio que nos había costado el haberles dado una carrera, explicarles que tuvimos que privarnos de ciertas cosas para que ellos fueran a la universidad; aún no teníamos campus en Castilla-La Mancha. Siempre les hemos inculcado unos valores humanos, como el hecho de que la vida poco regala, que hay que arrancarle todo lo que uno quiere, con honestidad y sacrificio. Y lo entendieron. Hoy puedo decir con mucho orgullo que tengo cuatro hijos ejemplares y diez nietos aún mejores (ríe). A éstos últimos les cuesta mucho entender aquel tiempo que viví yo, totalmente dispar al actual, pero intentamos que valoren todo lo que sus padres y abuelos hacen por ellos, sacrificándose para que tengan un nuevo móvil o ropa de marca. Soy de la opinión de que los valores están por encima de todo, uno puede poseer grandes conocimientos intelectuales, pero si no van acompañados de una moralidad auténtica y humana, por mucha cultura que se tenga, la persona para mí pierde muchísimos puntos.
P.- ¿Qué destacaría de la siguiente etapa, muy joven todavía, como empresario en un negocio dedicado a la maquinaria para el frío?
R.- A mis once años empecé a trabajar, hoy sería impensable y una barbaridad, pero en el año 1949 yo no era una excepción de aquellos chicos de posguerra. Era una época de estrecheces, veníamos de familias humildes, mi padre era peón, y pronto nos ponían a trabajar para contribuir a la economía familiar. Abandoné pronto el colegio por el taller de relojería, de ahí a uno de frigorista, que compatibilizaba con estudios nocturnos en el colegio Hermano Gárate. Con solo 20 años, mientras cumplía el servicio militar, creé un negocio de frío llamado Frycarsel junto a un compañero. Montábamos fábricas de hielo, cámaras frigoríficas para hostelería, carnicerías… Entonces en los hogares corrientes no había neveras, solo los más pudientes disfrutaban de este electrodoméstico. Fuimos creciendo y el negocio marchaba bien hasta que, desgraciadamente, la nave fue pasto de las llamas. A partir de entonces dividimos el negocio y me quedé solo al frente. Transcurrido un tiempo, decidí dar participación a los trabajadores, formando la cooperativa Cofrimar. Fuimos creciendo hasta el punto de que nos trasladamos a la carretera de Toledo, frente a Cervezas Calatrava, llegó un momento en el que éramos 100 trabajadores en aquella época en Ciudad Real, una de las empresas punteras de la ciudad.
Mientras tuve el privilegio de ser alcalde, el fin no podía ser otro que el de conseguir el máximo de proyectos para mi gente
Fue una etapa apasionante desde el punto de vista profesional, vibrante también por atreverme a dar ese paso con 20 años. Durante toda mi existencia me ha llenado de orgullo ese atrevimiento personalmente, porque gracias a la cooperativa muchas familias de Ciudad Real podían vivir de aquello.
P.- Con 41 años de edad salió elegido alcalde, el primero de la democracia en Ciudad Real, ¿tenía aspiraciones políticas o de la mano de quién se metió en ella?
R.- En aquellos momentos finales del franquismo, era habitual en Ciudad Real celebrar reuniones empresariales, yo estaba en ellas como empresa destacada de la ciudad. Todos conocíamos la salud del dictador, que el régimen franquista tocaba a su fin y el destino demócrata del país. A partir de 1974-75 comenzó el movimiento empresarial, se constituyeron asociaciones empresariales y había mucha vinculación con el conjunto del empresariado local y provincial. Es cierto que en esos encuentros yo era bastante crítico con la gestión política de nuestros gobernantes, denunciaba que el gobernador obedecía las directrices de Madrid y el alcalde las del gobernador, porque era quien le colocaba, y lamentaba que no hubiese una gestión seria para los problemas de Ciudad Real. Y no eran inquietudes, era mi opinión.
Muere el dictador en noviembre de 1975 y dos años después llegan las elecciones generales, aunque en los municipios tenemos que esperar dos más, hasta 1979, para las municipales. En ese momento, en Ciudad Real todo el mundo dirigió la mirada hacia mi persona, era vox populi mi gestión empresarial y mis opiniones políticas que acabaron llegando a oídos de los dirigentes de UCD en Ciudad Real, Carlos Calatayud y Blas Camacho, éste último diputado y responsable del partido aquí.
Camacho me invitó a un café donde dejó constancia de que tenía información de mi gestión, de mis buenas relaciones empresariales a nivel provincial y nacional (el producto que fabricábamos lo enviábamos a toda España) por lo que me dijo que era la persona idónea para encabezar la lista de UCD en Ciudad Real en los comicios locales. A mí se me cayó la taza de café de la mano, no me lo esperaba, me pilló por sorpresa y en ese instante le dije que no. Le expliqué que venía de una familia humilde, tenía una empresa sí, pero no poseía conocimientos intelectuales ni carrera universitaria, no tenía formación académica como yo entendía que debía de tener para ocupar un puesto de esa responsabilidad, algo que había criticado anteriormente. Pero aquello corrió como la pólvora por Ciudad Real, tuve muchas llamadas de gentes de mi entorno que me pidieron que me dejase de historias y aceptara. Mi mujer, mi familia y amigos sabían que lo mío no era eso, sino el mundo de la empresa, pero me dejé convencer y acepté, encabezando la primera lista democrática de Ciudad Real y ganando aquellas primeras elecciones municipales.
P.- Cuatro legislaturas seguidas, desde 1979 hasta 1993 en alcaldía, una por la UCD, por el PSOE y como independiente, ¿cómo se formó la candidatura independiente?
R.- Con una coalición también de la entonces Alianza Popular y del PDP (Partido Democrático Popular). De la candidatura anterior íbamos 6 o 7 candidatos como independientes. Fue una revolución y un boom en Ciudad Real que en 1987 nos atreviéramos a hacer una candidatura municipal independiente pero, a su vez, supuso un contagio de ilusión impresionante, lo recuerdo con muchísimo cariño, me emociono siempre que lo recuerdo. Nuestra candidatura sacó 15 concejales, 5 el PSOE y 5 el PP, fue algo apoteósico en esta ciudad y un referente a nivel provincial y nacional, por el mero hecho de que una candidatura independiente había ganado a partidos consolidados en la democracia de nuestro país.
P.- ¿Cree que una candidatura independiente como la que usted lideró entonces se podría repetir de nuevo en Ciudad Real?
R.- No lo creo, porque en aquellos momentos había una gran tolerancia generalizada de la gestión municipal y un ambiente en la sociedad que propiciaba el interés de los ciudadanos por los asuntos de su ciudad. Hoy la política es otra cosa, es entendida de otra manera, los partidos mayoritarios no lo aprobarían, utilizarían todos los medios a su alcance para que no se produjese. Creo que difícilmente podría salir una lista independiente, sabiendo además el esfuerzo de alcaldes y alcaldesas para conseguir cosas y el interés partidista con el que hoy se desarrolla la política, desde mi punto de vista.
Quiero destacar además que en 1987 hicimos una candidatura independiente en el Ayuntamiento de Ciudad Real, mientras que el Partido Socialista gobernaba en la Diputación Provincial, en la región y en el país, con lo cual yo era un alcalde políticamente huérfano, el PP no estaba en ningún sitio, por lo tanto ¿de qué me valía para mejorar mi ciudad? pues de mi gestión anterior, de mis relaciones personales con todo el mundo, de llevarme bien con todo el mundo, recalco, con todo el mundo, fuese quien fuese, para conseguir los objetivos que quería para mi ciudad.
P.- ¿Hasta con el diablo?
R.- Naturalmente. Si el diablo me podía ayudar en sacar adelante un proyecto para mi ciudad, no dudaría en aliarme con él. Yo siempre he dejado al margen ideas políticas, siempre y cuando no chocasen con mi propia moralidad personal y con mis valores fundamentales en los que creía y sigo creyendo. Si mis convicciones casaban con quien tenía que aliarme para conseguir el objetivo de mi ciudad, no tuve ningún prejuicio en llevarlo a cabo. Sabía que llegaría el día en el que dejaría de ser alcalde, mientras tanto, durante el tiempo que tenía ese privilegio, el fin no podía ser otro que el de conseguir el máximo de proyectos para mi gente.
P.- Y vaya si ha conseguido. El AVE, usted es el hombre que trajo este tren a Ciudad Real; el pabellón ferial, la transformación urbanística de varios barrios, el abastecimiento de agua, cosas que nuevas generaciones creen que siempre han estado ahí pero que sin embargo usted consiguió o contribuyó a que se consiguieran. Echando la mirada atrás, ¿qué es lo que más le costó y cómo ve hoy la ciudad?
R.- Los jóvenes de Ciudad Real están disfrutando hoy de unos logros que otros tuvimos la responsabilidad de gestionarlos. Esta generación actual puede pensar que todo lo que disfrutan hoy, entre ellos mis propios nietos, siempre ha sido así y no es verdad. En aquel 1979, una vez celebradas las primeras elecciones y con la democracia recién iniciada, los alcaldes de aquella época tuvimos que hacer la gran gesta de iniciar la gran transformación de nuestros pueblos y ciudades.
Ciudad Real tenía en torno a 40.000 habitantes, era un pueblo más de la llanura manchega, Puertollano contabilizaba más habitantes que nosotros; además, para otros municipios, Ciudad Real no era la capital, despectivamente era reconocida como la capitaleja. Ciudad Real carecía de todo, de carreteras, infraestructuras... El primer problemón que nos encontramos era el abastecimiento de agua. Recuerdo que el día de San Agustín de 1981, la única fuente de la que se abastecía Ciudad Real, el pantano de Gasset, se quedó totalmente seco. Vimos venir la posible situación, realicé muchísimos viajes a Madrid para entrevistarme con el entonces ministro de Obras Públicas, Luis Ortiz, hasta que, en contra de la opinión de los técnicos de la Confederación Hidrográfica del Guadiana (CHG), buscamos alternativas para que la ciudad no se quedara sin agua. Lo mismo podría decir del pabellón ferial, del auditorio de La Granja y para qué contar de la Universidad.
En los primeros años de la democracia no teníamos ni comunidad autónoma, no teníamos nada, una vez constituida Castilla-La Mancha en 1982, el reto era la universidad. En esta aventura hubo protagonistas muy importantes, además del presidente José Bono, el apoyo principal fue José María Barreda, hubo una unidad de criterios pero fue muy complicado por las críticas recibidas, la mayor parte de los implicados no creía en la universidad y en el multicampus, decían que iba a ser una universidad de tercera, que serían 5 pequeñas universidades.
Asimismo, Ciudad Real estaba incomunicada, no disponía de buenas carreteras, autovías y no digamos de ferrocarril. Y paso a decirte lo del AVE, fue fruto de la casualidad. En 1985, el ministro de Transportes, Turismo y Comunicaciones de entonces, Enrique Barón, vino a Ciudad Real para inaugurar el paso de Larache, en aquel acto le recordé el desastre de la incomunicación por ferrocarril... Poco tiempo después, en un viaje a Madrid, mira por dónde me entero que se está cociendo un proyecto de un nuevo tren con vistas a la Expo 92 de Sevilla que comunicará directamente Madrid y Sevilla, con parada solo en Córdoba. Imagínate los cinco años que tuve de gestión para que el AVE tuviese parada también en Ciudad Real, no solo pasara de largo como estaba previsto inicialmente (ver entrevista en Revista Ayer&hoy).
Quiero trasladar a los jóvenes de hoy en día que hubo voluntad de hacer cosas por parte de muchísima gente, alguien teníamos que llevar el estandarte y hacer las gestiones, pero costó mucho conseguir proyectos como los que se han comentado, igual que no han venido solos el hospital general, las autovías o infraestructuras que hoy disfrutamos: Otras se han quedado en el camino, pero qué vamos a hacer, es cuestión de quien tuvo la responsabilidad de gestionarlo. Tuve el privilegio de gestionar las que he comentado y bastantes más, como el hecho de que durante mi tiempo se construyeron 1.100 viviendas sociales, o el hecho importantísimo de la modificación del PGOU en 1987. Siempre he dicho que la ciudad es hoy lo que es, urbanísticamente hablando, gracias a que la Corporación Municipal se atrevió a aprobar aquel diseño del plan general.
De la política hoy echo en falta el interés por el diálogo y la generosidad, en definitiva, echo de menos un sentido estricto de Estado
P.- Sí, pero hoy seguimos careciendo de suelo industrial…
R.- Claro que carecemos de suelo industrial. Desde que dejé la alcaldía, me hice la autoimposición de silencio monacal. Además de alcalde, fui delegado de Vivienda y Obras Públicas de 2000 a 2007, tiempo en el que se desarrollaron importantes polígonos industriales en Daimiel, Torralba, Tomelloso o Valdepeñas, todos por iniciativa de los ayuntamientos pero también de la Junta de Comunidades. Como responsable regional en la provincia, me la recorrí entera reuniéndome con alcaldes que vieron la oportunidad. A los gobernantes de la capital se les ofreció también la misma posibilidad y yo como delegado tuve la misma predisposición de la Junta y la mía personal para haber construido un polígono industrial en Ciudad Real en colaboración con Sepes, pero lamentablemente han pasado 22 años y hoy aún seguimos, lamentablemente, pensando y hablando de un polígono industrial.
Ante ello, solo me atreveré a decir una cosa y es una reflexión muy personal. El desarrollo industrial de una localidad y la captación de empresas está totalmente vinculado al panorama económico local, nacional e internacional. A partir de 1995, con el AVE, con unas infraestructuras de ferrocarril y carretera, la ciudad estaba preparada para el boom del desarrollo industrial, había circunstancias económicas que animaban a ello, pero a partir de 2008 pasa lo que pasa a nivel internacional y nacional y, por tanto, lo que anteriormente se podía hacer, ya no era posible ante una situación económica diferente y unas necesidades empresariales que tampoco son las mismas. Actualmente, la captación de empresas también dista mucho de las condiciones de entonces para los ayuntamientos que tuvieron la visión de adelantarse en el periodo de 2000 a 2007, y esa oportunidad la perdió esta ciudad.
P.- Vamos a concluir, usted ha estado también en la Administración nacional y regional, estuvo dos legislaturas como senador, de 1989 a 1993, y de 1996 a 2000, y luego en Obras Públicas, de 2000 a 2007. A su juicio, ¿qué cualidades debe tener un político? y ¿cumple esas cualidades la clase política de la actualidad?
R.- Para mí, desde el primer momento en que llegué al Ayuntamiento, sabiendo de mis múltiples carencias, la primera cualidad en la que me detuve era que tenía que ser capaz de rodearme de gente que supiese más que yo, de implicar a la gente en un proyecto de ciudad. Desde aquel momento y hasta ahora creo que la mayor cualidad de un político debe ser la honestidad, honesto con él mismo como valor fundamental. La honestidad encierra otros muchos valores como son la honradez, el rigor y la seriedad. Desde esa honestidad en la que uno debe fundamentar sus proyectos, debe intentar trasladarla a sus interlocutores, debe convencerles de que lo que les está explicando no debe quedar en palabras, sino en gestos y actuaciones permanentes de la gestión.
Tras 40 años de dictadura, no valían quejas de que nuestra ciudad era el patito feo, todos teníamos que contribuir a cambiarla
Un político debe decir la verdad, más le vale callarse o no decir algo que no puede conseguir. A veces tenemos la tentación de anunciar a bombo y platillo demasiadas cosas que después efectivamente no se consiguen. Mi mentalidad es empresarial, donde se funciona por objetivos, y lo mismo hice como alcalde. El fin no era otro que conseguir logros para mi ciudad y ganarme la voluntad de toda la gente, porque por encima de la política y de ideologías, por encima de todo estaba hacerles ver que todos éramos necesarios en esta ciudad, que habíamos pasado página a 40 años de dictadura y que había llegado el momento de actuar, no valían quejas de que nuestra ciudad era el patito feo, todos teníamos que contribuir a cambiarla y trabajar por ella.
Otro aspecto que debe tener presente un político es que su gestión y su vida privada deben ir unidas. En mi opinión, la gente se mira en su líder político por lo que desde el momento en que he llegado a la política, la gestión y la vida privada deben ser ejemplares. No sirve que se haga una gestión frente a la institución que represento y luego mi vida privada sea un desastre. Tiene mucho que ver una cosa con la otra, me parece un craso error aquellos que dicen que mi vida privada es mía, yo siempre he dicho que no, está unida nuestra vida privada a nuestra gestión diaria porque la gente está mirando.
Un político debe decir la verdad y callarse cuando no se puede conseguir algo
Y yo hoy echo en falta esta serie de valores en los que he creído y sigo creyendo. La gestión política ahora se hace de otra manera, no hay capacidad de diálogo, no hay capacidad de convencer, no hay capacidad de gestionar, sobre todo falta generosidad y voluntad en mantener diálogos serenos, por encima de ideologías, porque por encima de ello están los intereses de la gente. Un interés general que debe verse o demostrarse día a día para que el ciudadano crea en él, no cuando llega un momento concreto como las elecciones y el político quiere dar cierto mensaje. Echo en falta ese interés por el diálogo, por el consenso y esa generosidad, en definitiva, echo de menos un sentido estricto de razón de Estado, y me refiero a todos los ámbitos, nacional, regional y local, porque todo es Estado.
P.- Y, sin embargo, están echándose los trastos a la cabeza continuamente…
R.- Continuamente, el ‘y tú más’ está a la orden del día. ¿Y quién es el gran perdedor? los ciudadanos, triste y lamentablemente. Cuando verdaderamente se podría hacer política con sentido común, llegar a acuerdos y consensuar, yo lo hice, muchos lo hicieron… Algunos de esa nueva generación dicen que hay que renovar el espíritu del régimen de 1978, pero ¿qué régimen?, régimen fue lo que hubo durante 40 años con la dictadura de Franco. De 1978 en adelante se cruzó el puente pasando de una dictadura, años de persecución, desigualdad, hambre, hacia una democracia. Estoy de acuerdo en que habrá que renovar, tomar acuerdos y hacer cosas, pero no tirarlo todo por la borda como enarbolan algunos, no, no, porque hubo gente que se dejó lo mejor de su vida en aquel cambio democrático que esperábamos para España, donde gracias a la generosidad y voluntad de muchísimas personas se llegaron a acuerdos por el cambio de España. Hoy lamentablemente se ha perdido la memoria, se ha olvidado, sustituyéndolo por la tesis del interés del partido, del candidato y olvidándose de los intereses generales de los ciudadanos.