Y treinta años después
Permítanme que les haga una confesión: me fascina el tren. Clara consecuencia de un pasado familiar ferroviario. Mi abuelo, mozo de tren; mi padre, factor; mi hermano, abogado de Renfe. Desde muy pequeña, escasos e interminables viajes que podíamos hacer gracias al Kilométrico y una frase recurrente: “¡Niña, no te asomes a la ventanilla, que te va a entrar carbonilla en los ojos!!
El correíllo, el expreso, el rápido. En mi juventud, el automotor, el Talgo, el Ter, el Taf, disfrutando al ver cómo se acortaban los trayectos y se mejoraba la comodidad.
Y así llegó el AVE a Ciudad Real en 1992.
Recuerdo perfectamente los comentarios que en esa época oías en la calle: “Imposible que pare aquí” (sólo iba a parar en Córdoba) “Ya tenemos universidad, pero estamos aislados ¡Vaya si tuviéramos suerte…!”
El AVE no fue suerte, sino todo un logro estratégico que puso a nuestra ciudad en el mapa
¿Suerte? No fue suerte. Fue ambición, trabajo, convicción, perseverancia, arrojo y determinación. Todas esas cualidades y actitudes que definen una buena y eficaz política. Tuvimos AVE gracias a un magnífico alcalde, Lorenzo Selas, que supo rodearse de personas que creyeron en su proyecto, que logró implicar a dos grandes negociadores en él, José Bono y José Mª Barreda, y que supo hacerse oír en el lugar, en el momento y con las personas adecuadas. Todo un logro estratégico que puso a nuestra ciudad en el mapa y la sacó del aislamiento en el que se encontraba, abriendo un abanico de oportunidades, unas cumplidas y otras aún no.
Así, treinta años después, ya casi nadie recuerda que a Ciudad Real la llamaban peyorativamente (desde otras localidades importantes como Valdepeñas o Puertollano) “la capitaleja”. Y es así porque, afortunadamente, nada queda de ella. Sin embargo, no nos engañemos, tampoco tenemos los 300.000 habitantes que se pensaban conseguir con el Ave, ni se han materializado todas las opciones soñadas en el proyecto.
Personalmente creo que es más importante la calidad que la cantidad. Disfrutamos de una ciudad pequeña, cómoda, amable, con buenos servicios, pero aun así, necesitamos que nuestros políticos sean más ambiciosos y capaces de hacer posible lo imposible para que la ciudad no se estanque, para que crezca y, sobre todo, para que crezca bien.
Nuestra obligación como ciudadanos es impulsarles y exigirles que lo consigan. Pero no podemos olvidar a quienes tanto consiguieron. Es de justicia.