El día madrugó. La Plaza Mayor se removía desde bien temprano y ponía algo de calor al intenso frío reinante. La niebla helaba el ambiente, pero no las intenciones. Se notaba el trasiego de bares hateando, de técnicos de CMM ultimando, y de más de un curioso mirando. En esas, llegaron los castillos hinchables para recordarnos que antes de la Nochevieja venía la ‘tardevieja’. Poco a poco, el servicio de intendencia terminó de llenar frigoríficos, los castillos se inflaron y, al fin, la niebla se disipó. El sol brillaba a la vez que anunciaba un fin de año para la historia en La Solana.
A mediodía, la plaza se fue llenando de gente. La Nochevieja no quería ser menos que la Nochebuena. Y no lo fue. Los locales hosteleros no daban abasto. A eso de las 2 de la tarde no había silla donde sentarse ni era fácil pedir el botellín de turno. La ‘tardevieja’ había comenzado. No pocos hablaban del tiempo: “Oye, pues ha mejorado el día porque esta mañana…”. El que más y el que menos también comentaba qué haría por la noche, si vendría a las uvas o si las vería desde la tele. Pero aún había día por delante y las campanadas quedaban lejos. La plaza simplemente bullía.
A media tarde, la relativa tranquilidad vespertina fue interrumpida por el estruendo de la música. Llegaban los Djs para animar un poco más el cotarro desde el trineo de Papá Noel. De repente, mucha gente se arremolinó en las inmediaciones. Josué había comenzado a dar sus vueltas de campaña, su particular principio del fin de un desafío descomunal. “Solo” le quedaban 366 vueltas de campana ‘a capela’, tantas como días cumplía el año que se iba. Y con la misma perseverancia que en los días precedentes, fue completando el reto en tandas de diez ante un público que le arropaba, le jaleaba y le daba unos ánimos que agradecía, pero que a esas alturas ya sólo eran un complemento a una meta que no se iba a escapar.
La hazaña de Josué adornó con letras de molde el último anochecer de 2024. Las otras letras estaban un poco más arriba, justo bajo el reloj de Santa Catalina, donde se podía leer: Feliz 2025. Pero aún estaban apagadas, igual que se apagó la música para dar un respiro a una plaza exhausta, aunque con ganas de más. Apareció el servicio de limpieza para retirar la montonera de desperdicios. En eso, nunca aprenderemos. Se acercaba el momento de la verdad y los más indómitos del tardeo se marcharon a casa. Momentáneamente, eso sí.
Sobre las 11,15 de la noche comenzó a llenarse la plaza de nuevo. Poco a poco, las calles Sagrario, Concepción, Torrecilla y Plaza Don Diego vomitaban gente. El dispositivo de seguridad estaba listo. Policía Local, guardia Civil, Protección Civil, seguridad privada… Todos en sus puestos. No tardó en iluminarse el plató al aire libre desde donde la televisión regional retransmitiría las campanadas de Año Nuevo. El ambiente era festivo y tranquilo a la vez. Era una noche luminosa -valga el oxímoron-, con una templanza cómplice. Se veían botellas para brindar y en la mayoría de los bolsillos se guardaban las uvas de la suerte.
Se acercaban las 00.00 horas y las cámaras de CMM iniciaron la señal en directo un cuarto de hora antes. En el escenario, los presentadores habituales: Mariló Leal, con un espectacular vestido de lentejuelas rojo rubí, junto a Lucía Escribano y Carlos Macías. Ahí arriba no hacía mucho calor que digamos, pero el ambiente subía los grados de una manera casi espontánea. La gente atronaba de vez en cuando, inquieta y expectante a la vez. La alcaldesa, Luisa Márquez, fue invitada al escenario para anticipar la felicitación como primera autoridad local.
Al fin, sonaron los cuartos. En la plaza, todos alzaban la vista al reloj, que en las televisiones gozaba de un primerísimo plano. Era su momento, porque todos los ojos de Castilla-La Mancha estaban puestos en sus agujas. Era el momento de La Solana. Las doce campanadas fueron cayendo lentas ´o rápidas, según se mire. Y tras la última, se encendió el esperado ‘Feliz 2025’, seguido por una generosa colección de fuegos artificiales que iluminó el cielo solanero junto a la imponente torre barroca de Santa Catalina. No podía haber testigo más majestuoso. Los brindis se sucedieron al tiempo que los abrazos, los besos y los deseos de ventura para el año que acababa de aterrizar. Un año que nadie sabe qué nos deparará. Sí sabemos que La Solana lideró el carrusel de los buenos deseos para toda la región. Por algo es “El pueblo más bonito de Castilla-La Mancha”. Nobleza obliga.