Es arriesgado cuantificar número -y más sin datos oficiales- pero es seguro que varios miles de personas han arropado a la patrona en el castillo de su nombre. Todos, incluida la cofradía mariana, coinciden en que esta peregrinación para traerla de regreso ha superado con creces a la de 2019, última previa a la pandemia. Y muy probablemente a las anteriores.
Bastaba echar un vistazo a los márgenes de la carretera de llegada al santuario, y por supuesto a la explanada principal y alrededores, para darse cuenta de que había ganas, muchas ganas, de vivir una romería normal, sin limitaciones más allá de las lógicas. El buen tiempo reinante se encargó de poner la guinda al pastel.
El viernes por la tarde comenzó el peregrinaje a pie. Cientos de solaneros cubrieron los casi treinta kilómetros que separan La Solana del Castillo de Peñarroya. Una larga caminata por caminos rurales que la inmensa mayoría acabó en la ermita mariana. En las inmediaciones esperaban chiringuitos, bares y otras atracciones para descansar y reponer fuerzas. A esas horas, no cabía un alfiler en los lugares de acampada y mucha gente se preparaba para pasar la noche allí.
El sábado, hora de recibir a la patrona. La cofradía de Argamasilla de Alba entregó solemnemente la Imagen a su homóloga de La Solana, como manda la tradición. Por la tarde, recorrido entre el mar de romeros para acercarla un poco más a ellos, fuera de la ortodoxia de la ermita. Algunos habían preparado altares para recibirla. La cofradía solanera lleva muy a gala esta costumbre, relativamente nueva, que tendrá su prolongación durante la Semana de Exaltación con la visita a los barrios solaneros.
La misa de campaña vespertina llenó a rebosar el patio de armas de la fortaleza, a la vera del imponente embalse de Peñarroya. La segunda noche aún mantuvo a muchos romeros allí, que acudieron al rosario de la aurora junto a otros que llegaron, ex profeso, a las 7,30 de la mañana. Dos horas y media después partió la comitiva rumbo a La Solana.
A la una del mediodía, la patrona ya estaba en La Solana, seguida por un carrusel de hasta 80 tractores. Apenas cinco minutos después se posaba sobre su altar. El alcalde, ayudado por el mayordomo de la hermandad, abrió el cochecillo de viaje mientras la Banda Municipal tocaba el himno de La Solana. El regidor miró a la multitud para entonar los primeros ‘vivas’ a la Virgen y al Chatillo. Sonaba el himno de la Virgen y eran incontables las cabezas que se divisaban, gran parte de ellas bajo un sol de justicia, que apretaba de lo lindo. Así, en loor de multitud, arrancó la procesión de bajada al Humilladero, tres años después de la última vez que lo había hecho sin ningún tipo de restricción.
Las aceras aparecían repletas de gente. Los ‘vivas’ se sucedían. El ambiente festivo se contagiaba. Tocaba enfilar el último tramo, la calle Don Rodrigo. Impresionante el engalanamiento de los balcones, con paños y banderolas por doquier. Finalmente, la patrona llegó a su ermita y esperó para ver pasar la larga caravana de remolques, repletos de romeros. Muchos exhibían vistosos mantones. Otros eran simples ‘discotecas’ andantes que solo aportaban ruido, la verdad.
Ya por la noche, llegó el traslado procesional de la patrona desde la ermita del Humilladero a la parroquia de Santa Catalina. Las calles del recorrido se mantenían engalanadas con numerosas colgaduras en balcones y ventanas, y el cielo, que se había ido cubriendo en las últimas horas de la tarde, dejaba caer unas tímidas gotas. La procesión la encabezaban la cruz parroquial y el estandarte de viaje de la cofradía, seguido por la Banda Municipal, bajo la dirección de Ángel Sancho. Los abanderados bailaron las tradicionales banderas desde la salida del Humilladero hasta la llegada al templo parroquial, delante del estandarte de gala con los faroles y los alabarderos que forman la guardia de protección a la Virgen.
La capitana de este año, Carmen Naranjo, portaba el bastón que le acredita en ese cargo durante el año, y desfiló rodeada por diversos componentes de la Junta Directiva que preside Rosa Sánchez, quienes precedían a la carroza. La Imagen lucía el manto blanco y adorno floral. A lo largo de todo el recorrido procesional se escucharon numerosos ‘vivas’, que se lanzaron desde las aceras a la Virgen y al Chatillo, por los numerosos fieles presentes en el itinerario. Detrás marchaban el párroco de Santa Catalina Benjamín Rey, así como su nuevo homólogo de San Juan Bautista de la Concepción, Óscar Casas, a los que seguía la representación municipal encabezada por el alcalde, Eulalio Díaz Cano, y concejales de los grupos socialista, de ciudadanos y popular.
Una vez que la imagen entró en el templo, a los compases del Himno Nacional, se entonó la salve y luego el Himno de la Virgen, que tuvo el acompañamiento de la Banda solanera, que seguidamente se trasladó al escenario de la Plaza Mayor para ofrecer el tradicional concierto de pasodobles. Títulos muy taurinos compusieron el repertorio que arrancó con ‘Nerva’ y concluyó con ‘Manolete’. También interpretaron ‘Olé’, ‘Gallito’, ‘La Puerta Grande’ y ‘Ayamonte’.