Antolín Monescillo Viso nació en Corral de Calatrava el 2 de septiembre de 1811. Era hijo de Nicasio y María, labradores de la localidad. En el Archivo de la Parroquia de la Asunción de Nuestra Señora podemos ver sendos apuntes de su bautismo el día 3 de septiembre y de su confirmación el 29 de diciembre de 1816. En el apunte de su bautizo se indica que falleció el 12 de agosto de 1898, siendo Cardenal de Toledo.
Inició en su localidad natal los estudios de latín, de manos del profesor Don Celestino Novalbos, profesor secularizado de la Orden de los Camilos. Viendo la dotes del joven Antolín decidieron enviarlo a estudiar a Toledo, y así con doce años marchó a esta ciudad bajo la protección de Don Lorenzo Hernández Alba, deán de Toledo y, curiosamente, también natural de Corral de Calatrava.
Estos fueron los inicios de una brillante carrera académica, obteniendo en Toledo la Licenciatura en Cánones (octubre de 1839) y el Doctorado en Teología (noviembre de 1840).
Como Catedrático en Teología Pastoral en Toledo compartió vocación literaria con el poeta José Zorrilla, el periodista León Carbonero Sol (director de la Revista “La Cruz”), el publicitas Juan González… Son personajes relevantes del naciente periodismo católico español, por lo que muchos historiadores consideran a Monescillo como el decano del periodismo católico.
Fue ordenado sacerdote en 1836, a la edad de 25 años, celebrando su Primera Misa en la Iglesia de Santa Cruz de Madrid.
Además de su preparación académica destacó por su oratoria y, desde muy joven, publicó en la prensa del momento numerosos documentos en defensa de la religión. También existe una amplia recopilación de su Pastorales, Sermones, Panegíricos,…
El 30 de enero de 1836 quedó vacante el cargo de Cardenal de Toledo, con el fallecimiento del Cardenal Inguanzo. La Reina María Cristina presentó a esta vacante a Don Pedro González Vallejo, aunque esta opción no era bien vista por Roma. Se genera un vacío que hace que en 1842 aún el puesto de la Diócesis no estuviese cubierto. Al morir Pedro González, la reina intentó nombrar como Vicario Capitual del Señor Golfanguer. Un grupo de sacerdotes, liderados por Monescillo hicieron una reclamación exigiendo se cumpliesen los derechos de la Santa Sede y en contra de esta decisión real. La respuesta fue inmediata y muchos sacerdotes fueron detenidos, y Monescillo tuvo que huir y ocultarse en Madrid. Finalmente tras sufrir numerosas penurias decidió presentarse ante las autoridades siendo desterrado a San Sebastián para, posteriormente, pasar a Francia. Allí conoció de primera mano la cultura católica francesa.
Con la mayoría de edad de la Reina Isabel II, y el apoyo del moderado Narváez, puede volver a España retomando sus tareas literarias y periodísticas.
El 13 de marzo de 1849 fue nombrado “Vicario General y Juez Eclesiástico Ordinario” de la Villa de Estepa (Sevilla). Aquí comienza su preparación, propiamente dicha, como pastor y hombre de gobierno, pues en la práctica era un cargo casi episcopal. Contaba treinta y seis años y junto a su cargo y al desempeño del oficio de Examinador Sinodal en varias diócesis, es nombrado Caballero de la Orden de Carlos III, con fecha del 2 de julio de 1849.
En 1852 fue nombrado Canónigo de Granada y el 5 de septiembre de 1853 por permuta, se convirtió en Canónigo de Toledo. En estos años se dedicó a la actividad docente y volvió a ocupar la Cátedra de Teología en el Seminario Conciliar de la capital toledana.
En 1861 es preconizado Obispo de Calahorra y La Calzada por el papa Pío IX. A partir de entonces, Monescillo irá convirtiéndose en uno de los principales dirigentes de la Iglesia Católica española de la segunda mitad del siglo XIX.
En el año 1865 es promovido a la sede episcopal de Jaén, entrando en ella a la edad de 54 años. Se abre una dura etapa de actividad que lo sitúa en primera fila de la actividad eclesial nacional e internacional promoviendo conseguir un clero “que fuese ejemplar en su ministerio, de recta formación y a la altura de lo que las circunstancias requerían, para que viviese modestamente y poder así iluminar cristianamente las conciencias”.
Dentro del contexto histórico de la Revolución de 1868 es elegido diputado por Ciudad Real de las Cortes Constituyentes (1869). Acepta esta delicada investidura con el propósito de “defender la unidad católica, aislándose completamente de las luchas políticas, ajenas a su carácter y al ejercicio de su sagrado ministerio”. La actuación de Monescillo en el Congreso a favor de la unidad católica fue muy comentada.
En esta época de revolución político-religiosa, Monescillo marcha en agosto de 1869 a Roma para participar en el Concilio Vaticano I. Fue uno de los prelados españoles que desplegó mayor actividad en las sesiones conciliares.
La actividad de Monescillo como hombre público a la vuelta de Roma, a finales de abril de 1870 continúa, siendo nombrado senador por Vizcaya en 1871 durante el periodo de Interinidad de Amadeo de Saboya, nombramiento que acepta y que a su vez interpreta como un encargo de enaltecer la enseña de Dios, Patria, Rey y Fueros.
La proclamación de la I República en 1873 fue muy bien recibida por un amplio sector de la sociedad española, pensando que el nuevo sistema de gobierno resolvería todos sus problemas. Muy pronto, Monescillo se enfrenta al Ministro de Gracia y Justicia republicano debido a la supresión de la jurisdicción de las Órdenes Militares, cuya validez era puesta en tela de juicio por el Gobierno.
Tras el breve periodo histórico de la República, se sucede la Restauración, cuando se organiza la vida política en dos partidos políticos: el conservador y el liberal, los cuales se irán turnando en el poder de forma pacífica y periódica.
En 1877 fue propuesto por el Gobierno conservador para la sede arzobispal de Valencia, de la que toma posesión el 5 de octubre del mismo año, haciéndosele un solemne recibimiento. En esta diócesis durará mucho tiempo el recuerdo del prelado, que supo ganarse el afecto y respeto de todos en una época difícil y llena de dificultades.
El 15 de mayo de 1878 presenta en las Cortes una Súplica y Observaciones sobre el proyecto de Bases para las Leyes de Instrucción Pública. En ellas, Monescillo defiende una mayor influencia del principio religioso y la intervención del episcopado en la redacción de las leyes y reglamentos que dieran lugar dichas Bases.
Durante su estancia en Valencia protegió la fundación y expansión de congregaciones religiosas y propició la creación de obras de carácter social y educativo a favor de los más pobres y desfavorecidos.
Por esta razón, el Papa León XIII nombró Cardenal a Antolín Monescillo (noviembre de 1884).
Por su energía, su celo y su caridad inagotable, supo hacerse querer por todos. Fue un líder dentro del episcopado y así lo reconoció el propio Papa León XIII en el consistorio del 11 de julio de 1892 preconizando al cardenal Monescillo para la sede primada de Toledo, pese a haber superado los ochenta años.
Vuelve Monescillo en su última etapa pastoral a sus inicios, a los años entrañables de su juventud. Este nombramiento fue el sueño de toda su vida y se sintió muy feliz cuando llegó a Toledo. En su primera carta pastoral escribe que siempre quiso que Toledo fuese su sepultura.
Aunque alejado de la política desde muchos años antes, en los últimos tiempos de su vida evolucionó hacia el partido tradicionalista, y al ser autorizado el culto público de los protestantes, protestó por escrito. Se mostró partidario de la celebración de un Concilio nacional con la intención de definir de una manera precisa la división de lo temporal y lo espiritual.
En noviembre de 1894 publicó una carta dirigida al cardenal Vaughan, arzobispo de Westminster, defendiendo la política de reconciliación entre los anglicanos y el papado.
Estando convaleciente y en la cama, casi todo el tiempo, el cardenal no asiste ya desde 1894, a actos oficiales. El 28 de julio de 1897 recibe la Extrema Unción, debido a su grave estado, en una ceremonia que duraría hora y media y a la que asisten varias autoridades.
Ya en su lecho de muerte recibe la noticia del asesinato de Cánovas. Reuniendo fuerzas dicta desde la cama un telegrama a la Reina Regente, otro a la viuda y un tercero al General Azcárraga, que es el encargado de formar un nuevo gobierno. Este es el último acto de presencia de la persona que siempre estuvo atento a las relaciones Iglesia–Estado y a las vicisitudes por las que pasaba España.
En Toledo, fallece el 11 de agosto de 1897.
FUENTES:
Archivo Parroquial de la Asunción de Nuestra Señora. Libro de Bautismos número 6 (1763-1816), folio 35-v.
GARCÍA GONZÁLEZ, Francisco (2005): .”De un lugar de La Mancha a la Sede Primada de Toledo: La familia del cardenal Monescillo en el Antiguo Régimen”: Universidad de Santiago de Compostela: Obradoiro de Historia Moderna.
SANZ DE DIEGO, Rafael María (1979): “Medio siglo de relaciones Iglesia-Estado: El Cardenal Antolín Monescillo y Viso (1811-1897)”. Universidad Pontificia Comillas, Madrid. Tomo I.
VILLENA ESPINOSA, Rafael (1997): “Antolín Monescillo en la España Democrática (1869)”. Centenario del Cardenal Monescillo (1897-1997). Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha. Cuenca. Volumen I.
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