Probablemente todos hayamos sufrido alguna vez la experiencia de asistir a una charla, conferencia o discurso cuyo contenido y/o duración nos ha provocado un tedio insoportable. Determinados personajes, especialmente algunos políticos como Fidel Castro, se han caracterizado por presentar una irrefrenable tendencia a alargar innecesariamente sus intervenciones. No sé si la mayoría será consciente del error que cometen, pero estoy casi seguro que, al menos, Willian Henry Harrison sí se arrepintió de haber pronunciado un discurso tan extenso.
Supongo que para un elevado porcentaje de los lectores Willian Henry Harrison será un gran desconocido, a pesar de haber sido el noveno presidente de los Estados Unidos. Procedía de una familia que gozaba de cierto prestigio económico y político, de hecho, su padre, Benjamin Harrison, fue uno de los firmantes del Acta de Declaración de Independencia de los Estados Unidos en 1776.
En 1795 se casó con Anna Symmes con la que tuvo diez hijos, nueve de los cuales llegaron a la edad adulta. De esa descendencia hay que destacar que uno de sus nietos, un nuevo Benjamin Harrison, también llegó a ser presidente de los Estados Unidos. Por otro lado, parece que llegó a tener otros seis hijos con una de sus esclavas y por esa “alternativa línea familiar” Harrison fue bisabuelo de Walter Francis White, destacado luchador por los derechos civiles, que llegó a presidir la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color a mediados del siglo XX.
El largo discurso le acabó convirtiendo en el presidente de Estados Unidos con el mandado más corto y el primero que murió ejerciendo la presidencia
Harrison inició estudios de medicina en la Universidad de Pensilvania, pero, al fallecer su padre, tuvo que abandonar su formación universitaria y decidió iniciar una carrera militar en la que obtuvo notables éxitos, sobre todo en su lucha contra los nativos norteamericanos, lo que le otorgó cierta fama, que le ayudó posteriormente en el desarrollo de su dilatada carrera política, que culminó con su elección como presidente de Estados Unidos en 1840. El día de la jura de su cargo elaboró un extenso discurso, el más largo de los pronunciados en todas las tomas de posesión de presidentes norteamericanos, con más de 8000 palabras y casi dos horas de duración. Era un día muy frío y Harrison no portaba adecuada ropa de abrigo, por lo que la prolongada exposición a bajas temperaturas le provocó una neumonía, que le ocasionaría la muerte un mes después. De este modo, el largo discurso de Harrison acabó cometiendo un magnicidio y le convirtió en el presidente de Estados Unidos con el mandato más corto y el primero que murió ejerciendo la presidencia.