Si las costumbres se hacen leyes, es fácil entender por qué la inauguración de la Feria y Fiestas de Santiago y Santa Ana hace honor cada año a esa máxima. Y solo un solanero, o solanera, sea de nacimiento o de adopción, es capaz de captar su esencia. Sobre todo, si tiene el honor de pregonar el obligado anuncio del patrón y de la abuelica. Por eso, Ramona Serrano Posadas supo entender que un pregón de feria es sinónimo de vivencias, de recuerdos, de momentos... También de pequeños homenajes y, por qué no, de alguna que otra reivindicación. Pero todo, eso sí, centrado en lo que significa una torre que es la primera que saluda y que despide, como bien subrayó.
La eterna bibliotecaria, recién jubilada, se subió al atril para pregonar la feria-2024 en un lugar inédito, el parque La Moheda. Más allá de la tórrida noche, el nuevo enclave tuvo la solemnidad necesaria que exige un momento así. Francis Alhambra, amigo personal, abrió con un par de canciones propias. Prólogo perfecto previo a la presentación de otro amigo, el Cronista Oficial de la Villa, Paulino Sánchez, maestro de ceremonias que glosó brevemente la figura de la pregonera, con la que tantas veces ha compartido presentaciones en el grupo Pan de Trigo. “Cómo no recordar aquellos actos que programábamos en la antigua Casa de Cultura, en años donde no había tantas asociaciones o actividades como ahora”, dijo. Mesas redondas, conferencias, semanas culturales, jornadas de cine, de teatro… fueron algunas de las propuestas donde Ramona Serrano tuvo mucho que ver.
La pregonera arrancó con un recuerdo a quienes ya no están, antes de resumir qué es para ella La Solana. “Es un enorme espacio físico que se niega a levantar el vuelo más allá de lo necesario; son sus campos, que nos muestra orgullosos el crecimiento de sus cosechas; son sus cielos, y sobre todo con su buena gente, una hermosa mezcla de Sanchos y Quijotes, embelesados por hermosas Dulcineas”. “La Solana es también tradición, cultura y fiestas populares, reflejo de nuestra identidad”. Y en ese recordatorio, no faltó una alusión a los solaneros de la diáspora, “que vuelven porque se niegan a olvidar sus orígenes”.
Se preguntó cuánto podrían interesar las vivencias de una bibliotecaria jubilada como ella. Pero miró atrás para recordar que la vida está hecha de momentos, de detalles, y sobre todo de personas. “Mis recuerdos de la infancia son como esa brisa cálida que nos impulsa en la edad adulta”. Y fue ahí cuando abrió el “baúl” de una niñez de lectura de cómics, juegos en casa o corridas de toros en la televisión del abuelo Paco. Luego llegó la adolescencia y la primera juventud, donde “se empieza a despertar el sentido de independencia y las ansias de libertad”. Una libertad que, por desgracia, no era plena en jóvenes de su generación. “Cuántas chicas no pudieron o no les dejaron seguir estudiando”. “Algo que hoy es normal, en los años 70 era algo excepcional”, lamentó.
Aludió a sus años de universidad, en aquel Madrid con Franco recién enterrado y el movimiento estudiantil. Allí llegó su primer trabajo en un centro para niños en situación familiar difícil. “Me aportó unos valores y un conocimiento de la vida que no me enseñó la universidad”, apuntó. De vuelta a La Solana, casi por casualidad salió la oportunidad de ser bibliotecaria. No se arrepiente de aquella carambola, aun cuando estaba todo por hacer. Llegó la nueva biblioteca, construida en la antigua Casa del Pueblo. “Tuve que prepararme a fondo para ofrecer un servicio de calidad”. Fue ahí cuando reivindicó la figura de José López Posadas, primer alcalde de la democracia. “Tenía una sabiduría y un poso cultural envidiable”, afirmó.
Por fin, llegó el momento en el que las instituciones públicas tomaron conciencia de la gran labor de las bibliotecas. “Incrementaron presupuestos y comenzó una enorme dinamización cultural”. Se multiplicaron las actividades y no tardó en nacer Pan de Trigo, que recogió el testigo del mítico grupo Quintería. Empezó una época de trabajo en pos del mundo de la literatura, la poesía y la música. La pregonera ha sido una más en esa labor impagable. “He sido la trasmisora de historias que despiertan sentimientos”.
No pasó por alto su nueva ocupación como presidenta de la Asamblea Local de Cruz Roja. Quiso poner en valor el compromiso de la institución, y sobre todo de sus voluntarios, “que trabajan por prevenir y aliviar el sufrimiento humano con la única excusa de la generosidad”.
Finalizó haciendo una petición: “Debemos vivir cada uno de los momentos, los buenos y los menos buenos; la feria es una buena excusa para hacer realidad los mejores deseos”. Y también con una reflexión: “Ya he comprendido por qué estoy aquí, porque quiero agradecer a mi pueblo y a su gente lo mucho que me ha dado”.
Gratitud
Como es costumbre, cerró el turno de intervenciones la primera autoridad local. Luisa Márquez, en su segunda feria como regidora, elogió la altura del pregón que acababa de escuchar, expresó su gratitud a Ramona Serrano y también el esfuerzo de todos los departamentos que permiten actividades de esta naturaleza. Dijo que la feria abre las puertas a días de descanso, festividad y asueto, y no olvidó a los solaneros que vuelven desde sus lugares de emigración. “Aquellos que hace años tuvieron que marcharse por obligación, no por devoción”. Por último, destacó que “la ilusión, la voluntad y la energía para gestionar nuestro municipio siguen intactas”.
Francis Alhambra cerró el telón como lo abrió, acariciando su guitarra y proyectando su voz como epílogo perfecto a la velada.