El pasado 19 de junio nos encontramos con Almagro y su patrimonio. Era la última de las cuatro visitas organizadas por el Ayuntamiento y la asociación de guías turísticos de la ciudad, que conmemora así su declaración como Conjunto Histórico-Artístico hace 50 años.
Coincidiendo con la celebración del Corpus Christi, los altares engalanados salían a nuestro paso por las calles de la ciudad, cuyo esplendor nos conducía al Siglo de Oro. Desde los soportales de la plaza nuestra imaginación nos traía el recuerdo de los antaño imponentes Palacios Maestrales de la Orden de Calatrava, cuyo emplazamiento acoge hoy el Museo Nacional del Teatro. Junto a éste, en los almagreños “jardines” se hallaba hasta el terremoto de 1755 la iglesia gótica de San Bartolomé el Viejo, hoy trasladada al antiguo templo del colegio de los jesuitas, en el que concluía este domingo la procesión de la custodia que salía de la portada de Madre de Dios.
Almagro ha sabido propiciar ese encuentro necesario entre pasado y presente, con el patrimonio como referente. Esta iniciativa nos aproxima al legado de aquellos siglos XVI y XVII, que atrajo en su dinamismo a grandes familias desde el norte de Europa. Los emblemas de sus casas solariegas nos invitan a reencontrarnos con otra forma de Tour, el que nos brinda el remanso cultural de las callejuelas empedradas y el olor a teatro.
En esta última semana de junio, la 45 edición del Festival de Teatro Clásico volverá a poblar de bullicio una gran diversidad de espacios escénicos. Su capacidad para reinventarse, merced a las inquietudes de nuevos auditorios, no es ajena a la eterna necesidad del ser humano por sentirse reflejado en las historias encarnadas por los actores de teatro, el más extraordinario mirador de las preocupaciones y esperanzas de la sociedad.