Porque pudo y porque quiso… Así reza el dicho, que popularmente resuelve la cuestión que nos asalta al contemplar la grandeza de este Palacio genuino en la altiplanicie manchega, que Don Álvaro de Bazán mandó construir en el Viso del Marqués, señorío del marquesado de Santa Cruz.
El último fin de semana de junio el insigne Palacio se convirtió por unos minutos en escenario del concierto ofrecido por la Orquesta Filarmónica de La Mancha, precedido por un cóctel en los jardines. Todo estaba dispuesto para conmemorar en las XII Noches de Mar y Tierra el 450 aniversario de la Batalla de Lepanto, en la que nuestro ilustre marino obtuvo recordadas victorias que acrecentarían su fama.
Discurría el año de 1571 cuando el rey Felipe II se hallaba inmerso en una cruzada contra los turcos en el Mediterráneo. Lepanto era un lejano golfo griego, pero toda la Europa cristiana tenía los ojos puestos en aquel recóndito punto de la geografía, en un año en el que acaeció la victoria decisiva, tras una suerte de infructuosas derrotas por mar. Los frescos del Palacio nos trasladan con su viveza a las instantáneas de aquellas batallas navales que el marqués rememoraba, al modo de los vidrios lupa de las miniaturas de la Edad Moderna.
Los galeones surcaban las paredes de Palacio bajo los toques armónicos de la Filarmónica. Por unos instantes los envites de las olas rompiendo sobre las costas de las ciudades representadas en el patio renacentista nos hicieron revivir la fusión de las Artes en una confluencia sublime. Las seguidillas de la Ópera Carmen o los ecos de cuerda de Piazzola fueron el catalizador de la nostalgia de la Mancha por el Mar, horizonte del afán de superación que habita en el espíritu de esta Tierra.
Mar y Tierra, Lepanto y el Marqués, don Álvaro y su Palacio, el Renacimiento y La Mancha… un sentir armónico digno de ser celebrado.